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martes, 13 de octubre de 2009

La mordedura de la mandarina.



¡Ay!

Siempre que octubre asoma la nariz al mundito, las mandarinas se ponen rabiosas y salen a cazar. Las primeras víctimas son las burbujas naranjas, amantes de los cuadernos tapa dura, de los pececitos arco iris que viven dentro de jarrones transparentes de los jardines de estas muchachas que en primavera tienen tanto calor en los pies que viven descalzas floreciendo los suelos fosforescentes, ingenuamente expuestas a las mandarinas mordelonas que camufladas en el césped aguardan, con sus colmillitos de semillas, esperando besar frutalmente los pasos de burbujitas y hacerlas reír hasta que un poco les duela la panza, y se queden sin aire, y se abracen para sostenerse en pie.

Una vez que ellas explotan en los pétalos frágiles de los panaderos, les toca el turno a los hombrecitos de acuarela.

Barbudos barrigones que reniegan de este mundo cartón por que les pesan los huesos y se conmueven en las injusticias, ¡y se mueven como globos sin piolines! (libres incluso del viento…), y los días miércoles usan florcitas de papel en los ojales de las camisas para burlarse de las señoras pasas de uva que barren la vereda temprano. Cada día de sol una rana les canta desde la barriga a modo de despertador, pues deben ir a cosechar limones en los patios de atrás de ésas señoras.

Saltan las orugas desde el limonero, con sus bracitos conectados al paracaídas que tan esmeradamente construyeron las hormigas con las hojas del árbol subterráneo del sol. Gracias a esta lluvia de orugas mariposas las mandarinas se suicidan sobre los hombrecitos, mordiéndolos con las semillas, besando con su jugo la sien barbuda y logrando que se hamaquen en el viaje surreal de los toboganes desnudos que terminan ante el puente del universo. Me consta que no tienen miedo por que el aire huele a azahares y en sus ojos se reflejan los girasoles sonrientes de la avenida vacía y oscura.

¡Dichosas las gentes afectadas por este cítrico develador!, ahora todos andan por el mundo encontrándose en otros cuerpos, arañándose las espaldas con minuciosa delicadeza. No hay lugares para el circo de las caretas que no bailan, sólo uno puede conmoverse cuando ve en el otro la ternura de la piel salada, la acidez y frescura de un beso frutal que no morirá en la respiración, ni en la noche. Y me gusta la idea, por que tiemblo ante la bestia que brilla y despierta jadeos animales en los munditos y les lee las manos, y toda su memoria abraza la tierra y duerme dichoso con el rostro inocente pegado al otro rostro barbudo.

3 comentarios:

franco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Clarisa En El País De Lo Jamás Visto dijo...

Acá estas loco, y acá un poco ^etseppptíco^, acá solamente tierno,
acá disimuladamente tierno.. :P

Paolosebas dijo...

Mis mandarinas fueron victimas tuyas (osea, tus ex mandarinas)...

Soy salta.